domingo, enero 18, 2004

ENRIQUE B.

Estimados/as compañeros/as

Os transcribo un pequeño artículo aparecido ayer Blanco y Negro Cultural, que es el suplemento cultural de los sábados del periódico ABC. Lleva por título “Describir las sombras” y lo firma Fernando Martínez Laínez:

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En Cuba se escribe en estos momentos novela negra de calidad dentro de un régimen alejado de la normalidad democrática y el sistema de mercado. El rasgo definitorio de los escritores de esta escuela quizá sea el compromiso con una realidad que no les gusta. Realidad que, pese a proclamas burocráticas inverosímiles, ha terminado por imponer el delito como elemento temático de una literatura que confronta los hechos de la calle con el sucedáneo de los discursos.

Muestra reciente de la vitalidad actual del género policial cubano son las novelas Entre el miedo y las sombras, del santiagueño Amir Valle (1967), y la que lleva por abolerado título Que en vez de infierno encuentres gloria, de Lorenzo Lunar (1958), escritor nacido en Santa Clara, donde sitúa la trama de su historia.

Amir Valle ya publicó en 2002 en España Si Cristo te desnuda sobre los bajos fondos homosexuales habaneros. Es un escritor con densidad literaria y estilo propio y revelador; capaz de guiar al lector por los vericuetos más oscuros y violentos sin perder la brújula de las esencias del relato negro: trama, personajes, detonante criminal y pathos trágico.

A Valle no le van las medias tintas. Su novela es una visión casi desesperada del rostro oculto de las drogas en una Habana sumida en el desaliento social, donde la prostitución, el narcotráfico y el mercado negro son costumbrismo cotidiano. Una historia bien acompasada y ambientada, narrada con brío y desgarro, en la que el protagonista “positivo” ya ni siquiera bordea la ley: es un gánster reciclado que imparte justicia propia.

La novela Que en vez de infierno…, de Lorenzo Lunar, es un buen relato de pasmosa concisión narrativa, engranando como un mecanismo de apariencia simple que la intriga fragmenta, y termina ajustándose paso a paso, dejando en el proceso la fotografía instantánea de un barrio periférico de Santa Clara, donde vivir sin delinquir supone un acto de heroísmo. Aquí el protagonista no es malhechor, sino un policía con deseos de mejorar la vida del barrio a su cargo, pero el barrio es un monstruo que le desborda. El final no puede ser más didáctico: el policía pierde y el criminal gana y le da la última lección: “A veces es mejor que te olvides que sabes cosas”>>


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