jueves, enero 08, 2004

LA CRÓNICA. MEXICO

Artículo publicado el 16 de diciembre pasado en La Crónica

La ciudad es el gran elemento narrador de la novela policiaca (César Blanco)

La ciudad, ese emblema utópico de la era moderna, ha sido representada por la literatura bajo todas las formas posibles; sin embargo, quizá ningún género se haya apropiado de ella de forma tan aciaga como la literatura policiaca.
Herederos de la tradición norteamericana (también conocida como hard boiled detective fiction (novela detectivesca dura), Paco Ignacio Taibo II (1949) y Juan Hernández Luna (1962) abordan de manera distinta esos espacios urbanos en sus novelas. En el caso de Taibo, el proceso de descomposición de las ciudades todavía permite vislumbrar cierta esperanza, mientras que Luna ya no encuentra ninguna luz al final del túnel.

Para el autor de De regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (1989) la Ciudad de México es “el gran instrumento narrador” y el Distrito Federal “no sólo es la ciudad más maravillosa del planeta, sino que es una de las primeras ciudades mutantes, cambia con las horas”, declaró el autor de Días de combate, lo que confirmó su relación de amor-odio con la capital del país.

Para él, en medio del terror urbano, todavía queda un elemento esperanzador. “Mis novelas la piden, no por un culto al final feliz hollywoodense, sino por la voluntad de venganza del lector”, comentó el autor, quien considera que “la novela policiaca es el gran reparador de injusticias.”

Pero esta idea no es compartida por Juan Hernández Luna, autor de Tabaco para el puma (1994, Editorial Roca), ganadora del Premio Dashiell Hammett en 1997 y ambientada en Tijuana. Reconocido por su hibridez genérica y una obra que se deslinda de ciertos patrones de la literatura policiaca norteamericana, el autor expresó:
“Es bueno aportar otras ciudades porque la podredumbre las ha alcanzado, la esperanza ya no tiene cabida en la narrativa policiaca de la época actual. Taibo plantea una generación donde todavía hay esperanza, la mía es más escéptica, el panorama es totalmente desolador” explica el autor. “Yo no puedo agarrarme del 68”.

Esas opiniones se reflejan en la literatura de Luna, la que, en opinión de Taibo “ya no mantiene el código moral de la novela policiaca, está basada en lo accidental, en lo ambiguo”.

Pero Luna se defiende. “Yo castigo a las historias, las llevo al extremo porque cada historia te pide un tipo de tratamiento” explicó el escritor, que ya no puede tratar sus temas más que de una forma “amoral”.

Dos generaciones en el mismo, pero diferente, espacio
Mientras Taibo pertenece a una generación en la que todavía era posible “ser un estudiante profesional sin necesidad de trabajar”; y a un contexto que los hacía “perdedores pero no transas”, para Luna la situación es muy distinta:
“Nos dijeron que íbamos a crecer, mi generación estaba a toda madre con su horno de microondas y de pronto sale el asunto zapatista, es una contraposición brutal”, dijo el escritor durante las conferencias La ciudad en la literatura policiaca que se llevaron a cabo en el Festival de literatura negra franco mexicana organizado por la Alianza Francesa el mes pasado.

Para Taibo, la ciudad es parte medular de su narrativa: “Mi incursión en la novela policiaca se debe a la ciudad que me tocó vivir, una ciudad (la de los años setenta) en pleno proceso de descomposición, cuando empieza el fenómeno de lumpenización del Estado, un aparato donde lo criminal se vuelve monopolio estatal”.

Bajo este clima, la fórmula policiaca ha evolucionado hacia una hibridez genérica que se alimenta del terror urbano.

El Festival, que concluyó el mes pasado, constituyó una propuesta multidisciplinaria que combinó cine, literatura, cómic y fotografía, donde escritores y artistas de ambos países dialogaron en torno a uno de los géneros literarios más populares de la historia.

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